Poems, everybody...
No recuerdo bien qué decía mi primer poema. De lo que estoy seguro es que era una porquería. Un adefesio. Triste amalgama de rimas asonantes y ripio que ni siquiera olía bien. Pese a todo (“en el país de los ciegos...”), fue publicado en el diario mural de la dirección del colegio y desde aquel día mi profesora de castellano (una señora gorda con cara de tomate cuyo nombre no recuerdo, pero sí su sonrisa llena de sorna) me llamaba “Señor poeta” delante de todo el curso, provocando la hilaridad y burlas de mis compañeros. La palabra me parecía extraña. En esos años, “poeta” era casi sinónimo de “comunista”, palabra que a su vez , en cualquier colegio del barrio alto era casi sinónimo de “basura”.No sé si me creí el cuento, pero el asunto es que me dio por escribir otros mamarrachos mal llamados poemas, varios de los cuales escondía entre las hojas de mis cuadernos. Así pasó el día del carabinero, el de la madre, las fiestas patrias y otras fechas en que, por uno u otro motivo, accedí a escribir sendos versos que me reportaron excelentes notas. ¿Lo malo? El mote impuesto por la profesora se hizo popular y pasaron a ser usuales también las mofas de todos mis compañeros. Incluso de la Marcelita, la chica de trenzas que por esos días acaparaba mis suspiros. Un buen día, tras casi todo un año de juntar fuerzas, me acerqué a ella a la salida y le entregué un sobre que contenía el poema más cursi que haya existido, pero que a mis ojos era toda una obra maestra (tardé varios días en escribirlo). Confiaba en que luego de leerlo se enamoraría mágicamente de mí, como si más que de unas cuantas líneas estúpidas se tratase de un conjuro, o algo por el estilo.
Terrible error. Al día siguiente mis versos circulaban por toda la sala y si antes había tenido que soportar bromas, esta vez las carcajadas que caían sobre mí lograron arrancarme las más amargas lágrimas que puedo recordar. Entre todo el despelote incluso le partí la nariz a mi compañero de banco, lo que motivó una suspensión de una semana.
Por mucho tiempo me negué a sentarme frente a un papel en blanco. De la profesora nunca más supe, pues mis padres me matricularon al año siguiente en otro colegio. La chica de trenzas se cortó el cabello, y –dulcísima venganza – estaría bajo mi cuerpo unos cuantos años más tarde, víctima de uno de mis poemas.
3 Comments:
Marcelita?????????????
Víctima????????
jajajjajajajj
Pucha!
Yo sí me acuerdo de lo que decía mi primer poema "quisiera ser un ave"... y un poco de cursilerías más. jajajaja
;)
Lo que yo me acuerdo, fue la primera vez que escribí esto...
Te he dicho que siempre pierdo todo lo que hago en el taller de vertientes?
jejejeje al menos tú tuviste el valor de seguir escribiendo; lo que es yo, terminé mi incipiente carrera musical luego que una profesora en séptimo básico me dijera "usted haga la mímica pero no cante ni toque la guitarra: me desafina a todo el resto".
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