Tomado al azar del diario de viaje de este payaso
23/01/2006
La “Pasta pronta” puede ser deliciosa, reponedora, agradable, e incluso hasta nutritiva (esto último lo dudo, en todo caso). Pero jamás será “PRONTA”. Inicio mi relato del día con esto, para recordar no incluir esos dichosos sobres en mi mochila la próxima vez.
Ayer me contaron dos mentiras: 1) El camino a Hueinahue es fácil y no requiere más de 1 ½ hora. 2) La pesca en el río Hueinahue es excelente. Ambas me las creí.
Esta mañana me levanté como a las 7:30 (la hora es aproximada. Hace días que no veo un reloj). Hice fuego con las brasas restantes de anoche, me preparé un café y comí un sándwich preparado con la comida que me regaló ayer una simpática familia valdiviana de vacaciones que conocí. Esto de viajar solo tiene ventajas. Es raro, pero la gente como que siente lástima por uno y trata de ayudarte de cualquier modo.
Luego preparé una mochila “liviana” (ja!... liviana: wadder, caña, moscas y carretes, más algo de abrigo y una linterna por si acaso) y salí rumbo al paraíso prometido. Tardé más de dos horas y media sólo en llegar al caserío, y una hora y media más en alcanzar un buen lugar para la pesca. Fue eterno, pero la recompensa que me esperaba al final bien valió el esfuerzo: un escenario maravilloso, casi virgen, lleno de tonalidades y caídas de agua de ensueño.
Cansado por la caminata, pero ansioso por conocer la abundante población de truchas que según me habían contado residía en el río, decidí instalarme en la cabeza de un gran pozón al final de unos rápidos (riffles). Tras una somera inspección de su estructura (el río corre en este punto con una gran profundidad, quizás seis metros o más), opté por una línea de hundimiento rápido, leader y tippet 2x , y una Woolly Bugger color verde oliva, seguro del éxito, pues es quizás la mosca más útil en zonas parecidas, según mi experiencia. Tras varios (muchos, tal vez 20) lanzamientos, CERO PICADA. “No puede ser”. Cambié a una WB negra: nada. Zonkers y streamers parecidos: Nada.
Revisé desesperado mi caja de moscas intentando adivinar qué demonios podía ser del gusto de las “innumerables” (comenzaba a dudarlo) habitantes del Hueinahue. Por algún motivo que no logro explicarme, escogí una mosca horrible, creación de mi buen amigo Rodolfo: Un monigote de Marabou color violeta, con dos enormes ojos metálicos y patas de goma asimétricas; un verdadero asco para cualquier atador experimentado o purista, lejanamente parecida a unas bellas imitaciones de ninfas de odonatos que vi una vez en una página especializada.
Como casi siempre sucede en estos relatos con esa mosca a la que menos fe se le tiene, al primer lanzamiento tuve como respuesta una picada franca que logré clavar a tiempo. Tras algunos minutos de lucha que se hicieron bastante largos (pensé en algún momento que tenía algo muy grande, de dos kg o más), una sorprendentemente vigorosa arcoiris de alrededor de 1 kg (quizás menos) llegó a la orilla, y debió ser devuelta sin la fotografía de rigor (desventajas de estar solo: mi mochila con la cámara estaba a varios metros). Pensé por un momento en hacer de ella mi almuerzo, pero un adversario así de tenaz seguramente será un gran reproductor.
El resto de la tarde (sí, ya el sol estaba muy arriba) fue sin novedad. Apenas un par de piques sin poder enganchar. Recorrí el río hasta su desembocadura, sin lograr otras capturas. Luego, encontré una casa donde vendían provisiones, donde encontré una Coca Cola (nada Light, por estas latitudes) y algo para almorzar, además de algo para mis fieles guías, dos perros que se me plegaron en Maqueo cuando salía, a quienes bauticé “Negro” y “Otro”. Los tres nos tumbamos a comer algo y descansar (creo que dormí una pequeña siesta a orillas del lago), para preparar la vuelta. El camino se me hizo especialmente duro al principio, con largas subidas y cortísimas bajadas. Creo que esas eternas subidas habían sido en la mañana unas agradables bajadas. Cuestión de perspectiva, se podría decir. Finalmente, tras otras casi tres horas de caminata, llegamos estando ya bastante oscuro (el “por si acaso” de la linterna fue profético).
El Negro y el Otro duermen ahora junto a mi carpa. Estoy extenuado escribiendo casi por inercia, mientras espero revolviendo “de vez en cuando” como dice el sobre, que esté por fin lista mi “Pasta pronta”, aunque de “pronta” no tiene nada.
1 Comments:
Yo quiero irme de viaje con ud aunque la distancias sean mentira!
Venga a Costa Rica, aquí las mentiras no pesan porque siempre es "la hora tica"
Y si se tarde mucho, no desespere, lo espero con un cafecito chorreado y mis maletas...
La marce
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